DE LA MANO DE LA ALEGRIA / NACHA NEWBALL
El paso de los años va forjando
una cantidad inexacta de pedazos, que el tiempo une con hilos invisibles de
emociones, unas nutren y motivan, otras detienen, convierten el recorrido en
una especie de trance momentáneo o perpetuo, al final se siente el cúmulo de
recuerdos y vivencias guardadas en desorden, que se compilan en un álbum
imaginario de imágenes, en su destello, provocan a quien las siente sonrisas o
lágrimas. Se camina en el destino logrado, en él se halla la grandeza del ser
que se ha ido consolidando, se es lo que se forja, moldeándonos a la imagen y
semejanza de lo que se crea en la particular construcción de una esencia propia
que viene a ser el resultado de lo que se ve, imita, siente y cree, se es lo
que se propone. Ni más ni menos, se es como resultado de lo que se guarda en el
interior y que inevitablemente ha sido influenciado por la biología de nuestros
genes y los condicionantes de nuestro entorno.
Así va el paso, se camina o se
corre, se vive al son de melodías, se baila, o se queda en una sola pieza, estático;
se decide estar vivo o muerto. Vivo en el sentido de disfrutar, más que
respirar, muerto porque en algunos espacios del recorrido, se olvida vivir.
En nuestro tránsito ¿Hacia dónde
se va?
¿Dónde es la dirección de
nuestra llegada o del fin que perseguimos?
Acaso no nos hemos dado cuenta
¿De dónde hemos venido?
Y si damos una mirada atrás, encontraremos
¿Respuestas o sorpresas?
Al mirar nos quedamos en la
simpleza del pasado, los amigos que han partido, los que nos han despedido y el
giro tangencial de la vida que guía hacia un mundo desconocido, en el que
habita la soledad, el silencio y la distancia, mientras la alegría se debate entre
la pena y la esperanza, el corazón la alberga, cuidándola para darle libertad
cuando haya un momento de felicidad.
Se nota en el rostro arrugado,
la tensión de los tiempos, los ojos se han ido cerrando, quizá para no mirar
más allá de lo permitido, para no sufrir ni llorar, o quizá ya es poco lo que
hay que observar. Que el tiempo no nos consuma con su paso, que la vida tenga más
vida, valga la redundancia, el vivir implica adaptarse y adoptar conductas no
rutinas, para evadir el cerco de la triste realidad y vencer en la libertad.
Hay que vivir, en medio de la
tormentosa experiencia de caminar y caminar dejando sin sabores y engaños, deleitarnos
en el amor sereno del volver a empezar y sonreír dando aguaceros de alegría a la
hermosa y fiel soledad.
Caminemos con alegría…
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Aura