V.I.P. / NACHA NEWBALL JIMENEZ
Mi concepto de “persona muy
importante” en la sociedad donde me desempeño ha sido cambiante, tanto que, muchas
veces en mi infancia veía a todos los adultos con respeto y eso le daba valor
para considerarlos “importantes”, creo no haber puesto atención a sus valores, económicos y morales, para ponerlos en el
primer lugar de la fila, pero si los pude haber ubicado dada la capacidad de
asombrar con sus actuaciones, en lo mágico e irreal, que trae consigo poder hacer
algo, que, por mi corta edad no podía lograr. Esto para mí era la ponderación
de importancia.
Al paso del tiempo, me fui
dando cuenta que la importancia tiene una connotación para quienes le dan
validez, es decir, las personas importantes tienen condición relativa o
absoluta. Por un lado, hacemos venias sociales a quienes ostentan una posición de
poder, quizá sin méritos o pergaminos, solo por empujones que la vida da a
los que por política o por andar en paracaídas, caen en un lugar que les da la
posibilidad de estar sentados en una silla reservada a los privilegiados. Por
otro lado aquellos que creen fervientemente en su importancia, los que parecen
dueños del mundo y miran a los demás como si vivieran alquilados. Egos inflados
que andan como globos, susceptibles a los alfileres que deambulan locos por las
calles.
El rol, en nuestra sociedad, no
lo otorga una posición, cualquiera puede estar al mando, sabiendo que un giro
de la vida o un remezón del destino ubica a las personas en lugares
insospechados.
Estar al frente en la mesa
principal, acompañado de su mayor aliado, el ego, esperando los
aplausos como quien cuenta un dinero no es lo ideal, se equivocan quienes ponen
su valor a lo material, no solo a la ubicación laboral privilegiada sino
también a la tenencia de cosas materiales, el valor real de la persona está en sus
condiciones, características y activos intangibles.
Estos últimos, son los que
exaltan y resaltan en el respeto y la admiración de la comunidad donde se
desarrolla y en donde queda el impacto de sus acciones, su huella es
mas que un beneficio.
Arrasar con soberbia y
pretender dominar el mundo mirando con altivez trae sus consecuencias. No es
grande aquel que se ufana, ni pequeño el que actúa con humildad.
Ser importante, no es una
condición de valía, ser persona, sí.
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